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Trashumantes en el limbo

 

Trashumantes en el limbo

El coeficiente de admisibilidad de pastos reduce al 50% la superficie de los puertos pirenaicos pastados en verano por los rebaños de merinas que pasan el invierno en los páramos.

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Ana gaitero | león 23/03/2015

«Trashumantes dicen que no somos, trasterminantes no existen… ¿Qué somos? Tan solo 50 ganaderos que no importamos porque no sumamos votos», lamenta Gregorio Fidalgo, uno de los trashumantes leoneses oriundo en Abelgas de Luna y establecido entre la ribera del Órbigo y el Páramo.

Los ganaderos trashumantes, apenas quedan medio centenar en León, son «los más perjudicados», afirma otro ganadero, Adolfo Álvarez Bango, por la aplicación del coeficiente de admisibilidad de pastos. Los puertos pirenaicos han perdido el 50% de la superficie que genera derechos para cobrar la ayuda a la PAC en los últimos tres años.

La Junta salva a las dehesas por su alto valor ambiental, económico y social, pero castiga a la trashumancia mermando el valor de sus puertos que han conformado durante siglos el paisaje de Babia, Luna y otras zonas de la montaña leonesa.

Adolfo es natural de Robledo de Caldas y establecido en el Páramo. Tiene 52 años y desde los 15 se dedica al pastoreo con el ganado ovino. Sus rebaños pasan el invierno en los páramos, suben a los puertos de Torrestío en verano y aprovechan las rastrojeras de Castilfalé, entre Valderas y Valencia de Don Juan, en la otoñada. Catorce días a pie guiando las ovejas por cañadas, cordeles y veredas, allí donde se conservan.

«Primero nos cambiaron las ayudas al ganado por ayudas vinculadas a hectáreas, luego nos han reducido las hectáreas que consideran productivas en los puertos y ahora nos aplican otra vez este coeficiente», lamenta.

La superficie afectada en los puertos que alquila en Torrestío (San Emiliano. Babia) ronda entre el 30 y el 60%. «Este año la gente anda escasa de hectáreas por el coeficiente», alega. «Llevan tres años quitándonos hectáreas, y va a llegar un momento que nos van a faltar y va a haber competencia», afirma Agustín Suárez, presidente de Agala (Asociación de Ganaderos de Lanar) que sube con los rebaños a La Cueta todos los veranos.

El coeficiente de admisibilidad de pastos es una fórmula que se aplica a las superficies de pastos «con características que de forma estable impidan un aprovechamiento total de las mismas por la presencia de elementos improductivos como zonas sin vegetación, pendientes elevadas, masas de vegetación impenetrable u otras características que determine la autoridad competente».

La orden que acaba de publicar la Consejería de Agricultura de la Junta de Castilla y León señala que «a efectos del cálculo de dicho coeficiente se tendrán en cuenta las características específicas de determinados sistemas agrosilvopastorales tradicionales de alto valor ecológico, económico y social, como la dehesa».

Los puertos pirenaicos, pastaderos tradicionales de los rebaños trashumantes, no merecen ninguna mención pese al alto valor ambiental que se concede a la ganadería extensiva tradicional en las comarcas de Babia y Luna. Es una de las señas de identidad del recién estrenado Parque Natural de Babia y Luna.

La expresión ‘Estar en Babia’ está enraizada en la tradición trashumante y en el romancero pastoril, según Manuel Rabanal, catedrático de Historia de la Universidad de León. «Los pastores babianos dejaban todo cuando se iban a Extremadura, eran unos meses lejos de la familia, de los seres queridos, lejos de sus pueblos. Y estar en Babia era el gesto ausente, ensimismado, de su nostalgia y de su recuerdo tan vivo y tan lógico», comenta Ignacio Doadrio, investigador del Csic experto en trashumancia y firme defensor de esta actividad que las nuevas normas, amparándose en los dictámenes de Bruselas, dejan en el limbo a sus herederos directos.

No se lo ponen fácil para ir a Babia o a Luna a pasar el verano como han hecho sus antepasados. Según un estudio de la Reserva de la Biosfera, los puertos de Babia y Luna son los más ricos de Europa y en gran parte se lo deben al ‘diente’ de la oveja merina.

«Íbamos a ser los más beneficiados y somos los más perjudicados, una vez más se premia a los ganaderos de sofá: los que tienen ganado con pocas hectáreas están arreglados», afirma Álvarez Bango.

«Nos han recortado tanto que llegará el día que no nos dejen nada», añade. Los ganaderos trashumantes se ven perjudicados por la medida porque «el precio de los puertos no baja», matiza Agustín Suárez. Se trata de montes de utilidad pública propiedad de las juntas vecinales que gestiona, y alquila, el servicio territorial de Medio Ambiente: «Quien lo administra es la Junta y nos cobra lo mismo por algo que vale que por lo que supuestamente no vale», subraya.

Las normas dan prioridad a «los papeles» sobre «la calidad real de la hierba en los puertos», sostiene el presidente de Agala. «Eso pasó en Saliencias, en Asturias, que tiene tres puertos y el mejor quedó improductivo a efectos de las ayudas y ahora ha quedado para las vacas», lamenta.

El jefe del servicio territorial de Agricultura, Fidentino Reyero, contesta que «prácticamente todos los municipios tienen suficientes pastos para la carga ganadera que hay en la provincia, puede haber diez que tengan problemas».

En este sentido, anima a las juntas vecinales afectadas a presentar la reclamación pertinente en la Junta como ya lo han hecho varias en el municipio de Riello, en Omaña, y en Cistierna, en concreto, la de Ocejo de la Peña.

El PSOE de León ha puesto en marcha una plataforma de recogida de firmas para exigir que se rectifique la aplicación del coeficiente de admisibilidad de pastos «mediante una valoración detallada y pormenorizada atendiendo a las particularidades a nivel local y del tipo y manejo de las explotaciones existentes».

El partido de Tino Rodríguez alerta de que, al contrario de lo que afirma Reyero, la aplicación del coeficiente de adminisibilidad de pastos va a repercutir «en una brutal reducción del número de cabezas por hectárea» y por tanto en la «viabilidad de las explotaciones ganaderas» por lo que considera que es un «un asunto de suma gravedad».

Fidentino Reyero insiste en que la «reducción no es grande respecto a 2014», pero en todo caso existen soluciones alternativas como la incorporación en la solicitud de «recintos de pastos que nunca se han utilizado. Se pueden poner y se les va a asignar un coeficiente de disponibilidad», subraya.

Los ganaderos trashumantes sostienen que la reducción de superficie es de un 50% por término medio, afirma Agustín Suárez. El problema es que si no pueden reunir hectáreas suficientes para la carga ganadera que tienen pierden derechos de la PAC para las ayudas.

«Nosotros perdemos los derechos, pero se van para otras explotaciones de ganado estabulado, para los grandes cebaderos que hay en Valladolid», apostilla Gregorio Fidalgo, miembro de la Asociación Ibérica de Pastores Trashumantes.

El sistema de ayudas desacopladas del número de cabezas que se implantó hace unos años «favorece a los que han vendido el ganado y mantienen los derechos por hectáreas», alega el presidente de Agala.

Por otro lado, las medidas de apoyo a la trashumancia a través de las ayudas agroambientales se han endurecido. «Ahora nos exigen que estemos tres meses en los puertos, sin tener en cuenta si ya está aprovechado o no», apunta Adolfo Álvarez Bango.

Los ganaderos acoplan su estancia en los puertos a los ciclos de las parideras y han pedido que se flexibilice esta exigencia en un escrito que el servicio territorial de Agricultura en León ha remitido a Valladolid a la Dirección General de Política Agraria Comunitaria.

Otro aspecto que les preocupa es su catalogación como explotaciones semiextensivas, porque creen que les restará puntos para acceder a las ayudas agroambientales. Los ganaderos que invernan en los páramos y riberas del sur de León y suben a los puertos pirenaicos en verano fueron catalogados como trasterminantes y perdieron la denominación oficial de trashumantes hace varios años.

«El ganado semi extensivo es el que está el 50% del tiempo en la cuadra y nosotros estamos mucho más tiempo fuera que dentro: todo el verano fuera y en invierno sólo duermen en cuadra por la noche», apostilla un ganadero.

«Miramos en el diccionario y no viene la palabra trasterminante», comenta José Miguel Diaz, oriundo de Robledo de Caldas, un pueblo de gran raigambre en la trashumancia, y establecido en Villarejo. «Aquello no reúne condiciones. Cerraron las escuelas y cerraron todo. Han acabado con todo y si siguen así acabarán con nosotros, aquello quedará para el oso, para el lobo y para los especuladores», lamenta.

Aunque no cambian de provincia ni de comunidad autónoma, la singularidad de estas explotaciones ganaderas es que siguen haciendo el camino a pie. En cambio, los pocos rebaños trashumantes propiamente dichos que vienen desde Extremadura a León en verano son transportados en camiones.

Los ganaderos trashumantes, así se sienten aunque les nieguen el nombre, se ven desalentados por las medidas de la administración que «en lugar de potenciar y reconocer nuestra actividad quieren convertirnos en lo que no somos. Algunos ganaderos ya no suben a los puertos porque están aburridos», denuncia Gregorio Fidalgo. En la provincia subsisten menos de medio centenar y algunos ya han renunciado a subir a los puertos por falta de rentabilidad de las explotaciones. «Sólo quieren que andemos por los caminos sin ayudarnos y ni eso se puede porque está todo sulfatado y no hay hierba para las ovejas», añade.

 

Fuente: DiariodeLeón.es

 

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