MACHACO, UN MASTÍN MANCHEGO EN LA PLUMA DEL MARQUÉS DE MONTESA
Análisis del primer Mastín Español en el LOE y el curioso origen del estándar.
© Eduardo De Benito
En 1912 la RSCE acababa de crear el Libro de Orígenes Español (LOE). “Machaco” fue el primer Mastín español que se registró en él. La Asociación Nacional de Ganaderos del Reino llevaba para esa fecha más de cincuenta años incluyendo una sección de mastines ganaderos en sus concursos de ganado, por lo que la raza, a diferencia de otras españolas, tenía un cierto nivel de selección, aunque todavía sin los modernos criterios zootécnicos que nos llegaban de Inglaterra y Francia en esos años.
Eran aquellos mastines los últimos ejemplares de una trashumancia centenaria, sufridos compañeros del hombre y del ganado, que el marqués de Lozoya rememora ya anciano con la nostalgia de los recuerdos infantiles, al evocar la ganadería trashumante que su padre tenía en Torrecaballeros (Segovia) en 1902. “En mis primeros años viví intensamente el encanto de ese mundo singular, prehistórico, de la ganadería trashumante: la llegada de los rebaños desde Extremadura, en el mes de mayo, con sus pastores cuya rudeza ocultaba mucha vieja sabiduría, con sus yeguas y sus mastines; y, sobre todo, el esquileo, a cuyas faenas daba intensa poesía el canto de los esquiladores, sobre todo en la misa dominical, que se celebraba en una tribuna sobre el mismo local en que se trasquilaban las ovejas, sin que la urgente tarea se interrumpiese. Yo tenía once años cuando, a la muerte de mi padre, hubimos de desprendernos de la famosa cabaña, pero en mi senectud perdura en mi corazón el eco de aquellos cantos y de aquellos balidos; de aquellas alegres jornadas de las cuales apenas se conserva el recuerdo.”
EL MASTÍN MACHACO
En la exposición que celebró en Madrid la Asociación General de Cazadores de España, en 1910, el mastín “Machaco” obtuvo el premio de la Asociación de Ganaderos al mejor perro de ganado. En el catálogo aparece registrado como propiedad de Luis Melgarejo, ganadero de Ciudad Real, de la familia de los duques de San Fernando. Carlos Crestar, el gran dinamizador de las razas españolas y juez de la exposición, escribe: “A juicio nuestro, este es el mejor mastín español que se ha presentado”. Como curiosidad, el toro “Granadino” que acabó con la vida del torero Ignacio Sánchez Mejías, al que el poeta Federico García Lorca dedicó una de las más sentidas elegías de nuestra literatura, procedía de la ganadería de reses bravas que Luis Melgarejo vendió en 1932 a los hermanos Ayala.
Volvemos a encontrar a “Machaco” en la II Exposición Internacional Canina organizada por la RSCE en mayo de 1912. El que fue primer Secretario de la sociedad, César Martínez, comenta sobre la sección de perros de “Guardería y utilidad”: “Empieza este grupo por los perros mastines españoles. Es ésta una de las pocas razas nacionales que se conserva con pureza. Sus ejemplares se multiplican y viven, por lo general, en el campo, alejados casi siempre de las grandes poblaciones. Y no habiendo, por lo común, en los pueblos razas aproximadas a la de los mastines, para cruzarlas con ella, es natural que conserven mejor sus características. Entre estos perros sobresale “Machaco”, de la duquesa viuda de San Fernando. Es un hermoso ejemplar capaz de representar admirablemente a su raza. Le sigue “Noble” de la Sociedad española contra el ganado híbrido, y otros en número de siete”
El jurado otorgó los siguientes premios: a «Machaco”, de la duquesa viuda de San Fernando el premio de S.M. la Reina Cristina; a «Pernales”, del Marqués de Perales, el de la Asociación de Ganaderos y a «León”, del Sr. Suárez, el premio cedido por Valerio Rico. Fue Valerio Rico otro de esos pocos aficionados que en 1900 apostaban por razas españolas, presentando en las exposiciones podencos andaluces y pachones.
El diario “El Correo Español”, en mayo de ese año, publica breve crónica sobre la exposición, en que comenta un conocido periodista que firmaba como “El Caballero Vilardell”: “Machaco”, mastín de tres años, propiedad de la Duquesa viuda de San Fernando, éste sí que es un perro de pura raza española; es el can de nuestros tiempos heroicos, guardó nuestros ganados cuando aún teníamos ganados que guardar, cuando las lanas de España daban envidia a los fabricantes ingleses; apenas ladra, lucha valientemente con los lobos, no retrocede ante el oso y soporta pacientemente las diabluras de los niños; el mastín, más que un perro, parece por su bravura, nobleza y fidelidad, un símbolo de la raza hispana”.
“Machaco” ocupa, pues, un lugar de honor en la cinofilia hispana. El nombre “Machaco” se les atribuyó a muchos perros en esos años. Era un homenaje al torero Rafael González, “EL Machaco”, para la afición “Machaquito”. Por ejemplo, encontramos en la exposición de 1910 a “Machaquito”, bulldog inglés del conde de Torrepalma, premio de los Infantes Dª María Teresa y D. Fernando.
Es interesante el tema del manto de “Machaco”, un perro pinto de fondo blanco con manchas negras a ambos lados de la cara, parches que recuerdan a los del mastín del Pirineo. No fue el único mastín español con ese manto que obtuvo premio en exposiciones de la época, como puede verse en las fotos adjuntas. En 1912 volvió a destacar otro mastín español con un manto similar al de “Machaco”, se trata de “Nerón”, propiedad del magistrado José Fernández Hévia, que obtuvo Diploma de 1ª clase y premio del Excmo. Ayuntamiento de Madrid en la exposición de la Asociación General de Cazadores. La carta del marqués de Montesa, fechada en 1913, que reproduzco más adelante, nos arroja luz sobre el interés por este manto en aquellos años.
LOS PROTAGONISTAS DE ESTA HISTORIA.
En marzo de 1913 el marqués de Casa Pacheco dirigió una carta al marqués de Montesa pidiendo información sobre mastines. El marqués de Casa Pacheco era familia afincada en Argamasilla de Alba (Ciudad Real). Vinculado a la ganadería desde antiguo, en varias ocasiones participó como juez en los concursos de ganado que organizaba la Asociación General de Ganaderos. Además, era expositor, principalmente, de ovino y caprino manchego. También inventor de un arado de subsuelo con formón y cuchillas movibles, que fue premiado en varias exposiciones industriales. Todo lo que acredita su interés por el fomento y la mejora de la agricultura y la ganadería.
El marqués de Montesa había sido diputado por Navarra en las legislaturas de 1899 y 1901. Fue un buen aficionado canino, en especial a las razas españolas. “Navarro”, Mastín del Pirineo de su propiedad, nacido en Larrasoaña, municipio navarro en la Merindad de Sangüesa, fue el primero de su raza registrado en el LOE. También fue suya la primera inscripción de un perro de tipo podenco en el LOE, un macho nacido el 15 de febrero de 1911, de nombre “Sultán”. En alguna ocasión le he visto mencionar como Podenco Ibicenco, pero es un error. Se trataba de un podenco andaluz criado en Córdoba por Francisco Carvajal, delegado de la RSCE en aquella provincia, y cedido al marqués de Montesa.
En la carta que el marqués de Casa Pacheco envía al de Montesa comenta su deseo de criar buenos mastines españoles. Y expone que, estando necesitados los ganaderos manchegos de buenos mastines de guarda para su ganado y considerándole competentísimo en todo lo que se relaciona con la raza canina, les ofrezca sus consejos. Afirma su seguridad de que los mastines de la Mancha son perros de buena raza y que, si seguían sus recomendaciones, en muy poco tiempo podrían regenerarla, y al ser admirados por personas competentes, sería razón de orgullo haber dedicado algún tiempo a seleccionar al fiel compañero del hombre.
Le contestó el de Montesa en una carta repleta de enseñanzas, incluyendo un análisis de “Machaco” de la Duquesa viuda de San Fernando, de gran interés para conocer a este perro.
ESCRIBE EL MARQUÉS DE MONTESA
Mi distinguido amigo
Conociendo su desmedida afición a todo cuanto se relaciona con la agricultura y la ganadería, me permito enviarle esta por si en su lectura encuentra algo que pueda interesarle. Un solo valor tiene, su intención sincera y estar escrito de un tirón. Como verá usted al final de ella, al correr de la pluma sobre las cuartillas, en el calor de la inspiración, me proponía escribir acerca de los mastines manchegos, y como soy hombre que piensa en voz alta tuve la candidez de decirlo así. Pero llega el momento de hacerlo y pasada la fiebre, comprendo mi ligereza y lo sandio de mi propósito, pues, ¿qué podría, en realidad, decir que no fuera, casi en absoluto, calco y reproducción de lo ya dicho? Nueves décimas partes de él son aplicables a todos los mastines, en general, y aún lo referente a las características de cada raza en lo esencial casi común a todas ellas.
Las particularidades que las diferencian entre sí, son más para vistas que para explicadas por escrito. Son, no ya tonos de un mismo color, sino más bien matices de un mismo tono. Puede usted observarlo en mi propio escrito. La parte de él menos clara, más confusa (siendo malas todas) es en la que trato de señalar las diferencias que distinguen al mastín de Sierra Guadalupe del mastín de Sierra Aracena. Parece que señalo como más notable diferencia entre ellos la capa o color del pelo y, concluyo, afirmando que ni aún ésta característica regional es absoluta, puesto que en una misma región puede haber y hay mastines de capa diferente.
Hágase usted cargo de mi apurada situación, y reléveme del compromiso en que me ha colocado con su bondadosa amistad y mi imperdonable ligereza. Yo lo reconozco humildemente, canto la palinodia y desisto de la pretensión de escribir otro artículo sobre mastines manchegos. Y para no quedar a ojos de usted completamente desacreditado y como hombre informal y sin palabra, me limitaré a bosquejar a manera de apéndice señalando algunas particularidades que suelen caracterizar a los mastines de esa hermosa tierra inmortalizada por Cervantes.
Para los efectos caninos, voy a llamar la Mancha a la región comprendida entre Sierra Morena y Sierra Segura por el sur, hasta los Montes de Toledo y Serranía de Cuenca por el norte, o sea, formada por la provincia de Ciudad Real, casi toda la de Albacete, septentrión de la de Córdoba, faja meridional de la de Toledo y S.O. de la de Cuenca, aunque en estas últimas comarcas varía ya bastante el tipo de mastín manchego propiamente dicho, para comenzar a confundirse con el de Sierra Albarracín, que es menos característico.
En mi Mancha, en La Mancha de los mastines de que voy a ocuparme, hubo dos castas o familia de ellos que fueron notables y famosos; los mastines de Melgarejo y los de Doña Nieves, estos últimos singulares por su capa blanca. De los de Melgarejo conozco y existe un magnífico ejemplar del que hablaré luego.
Todo cuanto dije, al hablar de mastines en general, respecto de clase, armonía y riqueza, es aplicable en absoluto a los mastines manchegos, así como lo referente a piel, cuello ojos, boca, remos, aplomos y aires. De modo que las ligeras variedades del tipo general están principalmente en la arquitectura, pelo, capa, cabeza y cuerpo.
El mastín manchego es en general recio, es decir, doble, fuerte, robusto, predominando generalmente en él el poder sobre la ligereza, aunque conozco buenos manchegos monteros.
La cabeza grande, ancho su cráneo, redondeada, con el stop (o encuentro del cráneo con la nariz) no muy acentuado, aunque bien definido, la trufa grande y muy gruesa, el cuerpo ancho y fuerte, largo el costillar y marcados los ijares.
El pelo debe ser largo sin exceso, abundante, fino, sedoso, dulce al tacto. Formado por un pequeño fleco en la raya inferior del cuerpo desde el esternón hacia los ijares y a lo largo de los brazos en su cara posterior.
La cola fuerte, flexible y muy poblada de pelo largo formando una pluma airosa y elegante.
En estos mastines es muy frecuente el garrón o sexta uña.
La capa corriente es blanca y negra. Es blanco con grandes manchas negras en los lados de la cabeza, de la cara y del cuello, en el lomo, en los costados y en la grupa. En algunos la mancha negra les cubre casi toda la parte superior y laterales del cuerpo y un buen trozo de la grupa y faldones, así como el nacimiento y primer cuarto de la cola; hasta el punto de que el perro más parece negro y blanco que blanco y negro. Pero no es así. La frente, el hocico, el cuello, el pecho, el vientre, los remos y la mayor parte de la cola son casi siempre blancos. Es decir, la base es blanca y el accesorio negro.
El mastín manchego es generalmente, como antes he dicho, más fuerte que ágil, muy bravo y de mucho poder.
Hay algunos que no son blancos y negros, pero son pocos y casi seguramente no son manchegos puros.
He dicho antes que entre los muchos mastines manchegos que conozco, algunos buenos, hay uno notable y digno de especial mención. Ha obtenido importantes premios en varias Exposiciones Caninas celebradas en Madrid. Se llama “Machaco”, está en Infantes y es propiedad de la duquesa viuda de San Fernando. Ya no es joven y le faltan algunos puntos para llegar al tipo perfecto, ideal, del mastín manchego. No es bastante rico de belfos; los ojos, aunque buenos, no son perfectos, y efecto de la edad, de la vida sedentaria y de estar atado demasiadas horas seguidas, pesa mucho de atrás y esto le perjudica en sus aplomos y aires, pues le obliga a abrir los pies hacia fuera y a tener cierta tendencia a aproximarse los corvejones, así como a bambolear un poco la grupa cuando marcha.
No es, pues, un tipo perfecto (¡Esto es tan difícil…!) pero es un ejemplar sobresaliente, y los ganaderos y aficionados manchegos que tengan la curiosidad de ir a Infantes para verle y estudiarlo no perderán el viaje. Si alguno tiene una buena mastina manchega (buena de verdad, no porque a su amo se lo parezca) y logra cubrirla del “Machaco” podrá criar y tener hermosos mastines.
Aquí un pequeño paréntesis para el joven y simpático duque de San Fernando Quiroga. Teniendo el honor de llamarte Melgarejo, y la suerte de ser propietario de “Machaco”, tienes la ineludible obligación de criar buenos mastines manchegos. Si no, vamos a perder las amistades. La “Leona” no es mastina. Es cruza de mastín y danés. Y no es eso lo que yo te exijo. Quiero que tengas verdaderos y buenos mastines.
Iba ya a terminar esta carta, pero las perrerías son como las cerezas, que se enredan unas en otras y no se acaba nunca. Al hablar de “Machaco” dije una de las causas de no ser tan bello como debería era el haberle tenido atado demasiadas horas seguidas. Y a este propósito voy a dar un consejo a todos los aficionados a perros. Al perro que, por su oficio o modo de vivir, no esté siempre suelto y libre, no le tengáis atado o encerrando más de tres o cuatro horas seguidas. Cada cuatro horas dadle un rato de suelta y libertad, porque el perro es limpio por naturaleza y para evacuar sus asuntos, se aleja todo lo que puede de su cama o de su residencia habitual. Cuando está atado procura no orinar por no ensuciar ni perfumar su sitio, pues ese olor luego le molesta y le excita. Aguanta todo lo que puede, su riñón se ensucia y se atrofia, su grupa pesa y se derrenga y el perro pierde aplomos y aires. Además, está expuesto a contraer enfermedades que los profesores sabrán explicaros mucho mejor que yo.
Remusgueáme el deseo de decir algo respecto a la manera de criar y lograr buenos mastines, pero es esta materia larga y compleja y que afecta no solo a todos los mastines en general, sino que puede extender a las demás razas caninas. Además, se hace tarde y este apéndice se hace largo y pesado.
Creo que antes he dicho que en la parte septentrional de la Mancha el mastín cambia de tipo y se aproxima al de Sierra Albarracín, que es menos característico. Este es más pequeño de cuerpo, más ligero, de cabeza menos fuerte, y más alargada, pelo más corto, generalmente barcino, rojizo o alobado; suelen ser buenos monteros.
Y nada más por hoy. Lamento, querido marqués, la decepción que produzco a usted con estas deslavazadas cuartillas, pero me agradecerá la lección, pues así aprenderá usted a no fiar en palabra de “perrero”. Créame, siempre muy suyo y devoto amigo.
Marqués de Montesa. Madrid. Junio. 1913
NOTA ACLARATORIA
Cuando el de Montesa escribe: “Aquí un pequeño paréntesis para el joven y simpático duque de San Fernando Quiroga. Teniendo el honor de llamarte Melgarejo, y la suerte de ser propietario de “Machaco”, tienes la ineludible obligación de criar buenos mastines manchegos”, se refiere al primogénito de la familia Melgarejo (duques de San Fernando Quiroga), que fueron propietarios de ovinos, yeguadas y recuas desde el siglo XVIII. Varios de los mastines nacidos en su finca en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) obtuvieron premios en los concursos de la Asociación de Agricultores y Ganaderos. En 1879 el mastín español “Chaleco”, de José María Melgarejo, obtenía la Mención de Honor en el concurso de ese año en Madrid, en el que participaron 26 mastines. En 1878 publicó con el marqués de Perales y el duque de Veragua un libro sobre la importancia de las exposiciones y concursos en la selección ganadera, en el que analizan la situación de estos certámenes en Francia e Inglaterra y lo comparan con el atraso que vivía España sobre tal tema. José Melgarejo, fue nombrado Delegado de la RSCE en la provincia de Ciudad Real por el comité del conde de Lérida en 1912.
EL CURIOSO ORIGÉN FAMILIAR DEL ESTANDAR DE 1946
Los mastines manchegos están ligados a la RSCE desde su fundación. El primer prototipo racial fue redactado en 1946 por Luis Portillo y Owens, y los tres mastines sobre los que se redactó procedían de Ciudad Real. Es evidente que la RSCE debió estimar necesario realizar un estudio previo de la cabaña de mastines en un área geográfica más amplia, al tratarse de una raza de amplia difusión peninsular, pero no lo hizo. Quedaron fuera del prototipo los perros de las comarcas que en aquellos años se denominaban Reino de León (León, Salamanca y Zamora) y Castilla la Vieja (Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid) según la división territorial de Javier de Burgos, de 1833, entonces vigente.
¿Por qué admitió la RSCE el patrón racial redactado por Luis del Portillo y Owens con tanta facilidad? Luis Portillo y Owens era hijo del conde de Villanueva de la Barca, Luis del Portillo Valcárcel, y de María Fernanda Owens y Pérez del Pulgar, hermana del conde de Zenete. El conde de Zenete, Tomás Owens y Pérez del Pulgar, fue el segundo presidente de la RSCE, y presidía el comité de la RSCE en el momento en que se aceptó el estándar del mastín español. Todo quedaba en familia.
Finalizo con otro recuerdo del marqués de Lozoya, de su novela “El Regidor: “Los rebaños trashumantes, con sus pastores hoscos y sus mastines se derramaban por los caminos que llevan a la sierra, embriagados por los encantos de aquella mañana de la agridulce primavera de Castilla”.