El pasado domingo los segovianos tuvimos la oportunidad de, recordar los más mayores, e imaginar el resto, lo que fue el paso de los rebaños trashumantes por la capital de nuestra provincia. Con motivo de la celebración de la primera Fiesta de la Trashumancia más de un millar de ovejas, acompañadas por un puñado de pastores y machos cabríos, pasearon sus blancas capas de pelo por las calles de Segovia, para terminar bajo los arcos del Acueducto. Una estampa a la que no estamos acostumbrados. Cientos de ovejas apretándose unas con otras por calles y plazas, haciendo desaparecer, por unos momentos, a los omnipresentes coches. Pero así eran de común las cosas en otros tiempos.
La ganadería extensiva, donde se encuadran los ganados trashumantes como el ovino, sufre desde hace décadas la preeminencia de la ganadería intensiva, más industrial y con más peso ante las administraciones públicas. No se repara en la importancia que tiene para el medio rural y el medio ambiente la existencia, permanencia y potenciación de, por ejemplo la trashumancia. Ni qué decir tiene que el sabor de la carne salida de uno u otro modelo ganadero tiene poco que ver. Responde el intensivo al insaciable apetito de las enormes superficies comerciales de cualquier ciudad, mientras que el extensivo tiene mucho más que ver con la mesa de un buen restaurante o con paladares que buscan sabores intensos. Pero más allá del cuchillo y el tenedor, antes de que llegue a nuestros platos, los corderos, sus madres y padres, han realizado por el camino una labor ambiental que se nos pasa por alto.
Ovejas vs Cambio Climático. Cuando un rebaño de ovejas utiliza las vías pecuarias no está sino reivindicando en el fondo dos cosas, por un lado su supervivencia como sector económico y por otro la de estas vías de tránsito y comunicación entre pastos y mercados de venta. Así es, nuestras vías pecuarias, ya lo hemos denunciado en alguna ocasión en este mismo rincón, están en franco deterioro, precisamente por la falta del antiquísimo uso que las puso sobre el mapa. Ese es el principal problema que amenaza su futuro, la falta de ganado trashumante. Sí, es cierto que hay otros factores que están acelerando su declive, como son la urbanización y la construcción de infraestructuras que las sepultan. Esto hace que imposible su uso por los pastores y sus rebaños, que deben buscar pasos alternativos, como atravesar carreteras o realizar grandes rodeos, que ponen en peligro y retrasan al rebaño.
El ganado trashumante ha consolidado la población en nuestro medio rural, al necesitar de trabajadores especializados en diferentes cuestiones relacionadas con el manejo y explotación de los rebaños de ovejas, principalmente. Con el paso de estas «manadas» domesticadas se eliminan miles y miles de kilos de biomasa, reduciendo considerablemente los riesgos de incendio. Además abonan los campos por los que pasan y diseminan y hacen germinar las semillas de un sinfín de plantas y árboles. Y otra cosa tan importante como todas las que llevamos apuntadas, mitigan el Cambio Climático. ¿Qué cómo puede ser esto?, pues la respuesta es muy sencilla y de una lógica aplastante. Por una parte la ganadería extensiva no demanda la compra de piensos, ya que los animales encuentran su alimento en el campo. Ahí existe ya una reducción importante de emisiones de gases de efecto invernadero. A lo que hay que sumar que el transporte del ganado hasta los mataderos y mercados se realiza a «pie y pezuña» por las vías pecuarias, si pueden claro.
Mucho más que un cuadro pastoril. Como en el caso de la resina, la ganadería extensiva, y en concreto la trashumancia, puede ser una alternativa económica viable y sostenible si se respeta sus características e importancia socioeconómica. Una reclamación que surge como consecuencia del arrinconamiento al que le tiene sometido las altas instancias políticas, dado su menor peso económico en comparación con las explotaciones intensivas. Pero como hemos visto los valores añadidos de la ganadería extensiva (productos más sostenibles, protección del medio ambiente, dinamizador del medio rural, etc.) la hacen merecedora de un capítulo aparte. El Acueducto fue testigo de estas justas reclamaciones durante la Fiesta de la Trashumancia, quizás a muchos solo les quede en el recuerdo lo extraño de ver las ovejas en la plaza del Azoguejo, pero la cosa tiene mucha más enjundia.
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(*) Periodista ambiental.