INTOXICACIONES EN EL PERRO
Entre el mito y la realidad
Son muchos los productos que año sí y año también pasan a engrosar las listas de los que son potencialmente tóxicos para nuestros perros, aunque lo cierto es que la exposición a casi todos ellos no supone un peligro para la vida. Podemos decir que todas las sustancias pueden ser consideradas potencialmente tóxicas, pero la aparición de toxicidad clínica depende simplemente de la dosis que alcanzan en los receptores biológicos más sensibles.
Internet es un estupendo medio de información, pero puedo decir que en muchas de sus páginas se habla de las intoxicaciones de las mascotas de forma inadecuada. Se vierten auténticas falsedades sobre determinados productos a los que se achacó la muerte de perros. Una vez que estas incongruencias y exageraciones arraigan, pasan a formar parte de las “leyendas urbanas”
El problema más frecuente con el que nos encontramos los que trabajamos como clínicos, es que en el momento en que recibimos al perro supuestamente intoxicado, no vamos a tener la información más importante, la del tóxico que ingirió, ni su cantidad, ni el instante en que entró en contacto con el producto. Las exposiciones en los pequeños animales a sustancias potencialmente tóxicas, pueden ser superficiales o cutáneas, oculares, de la vía respiratoria y, lo más frecuente, por la vía oral.
TOXICIDAD POR RODENTICIDAS
Los pesticidas representan alrededor del 25 por cien de las exposiciones a toxinas de las mascotas. Los rodenticidas que nos encontramos con más frecuencia en los perros son los anticoagulantes, la estricnina, el fosfuro de zinc y la brometalina.
La presencia de perros con disnea e intolerancia al ejercicio relacionado con hemorragias intrapulmonares o intratorácicas debe hacernos pensar en una intoxicación por rodenticidas anticoagulantes. Habrá derrames pleurales extensos y hemorragia pulmonar grave. Los puntos en los que realicemos una venopunción sangrarán abundantemente y de forma prolongada. Veremos hematomas, vómitos de sangre (hematemesis), melena (eliminación de sangre por vía rectal), hemoptisis (toses con esputos sanguinolentos), orina con sangre (hematuria) y palidez de mucosas. Las hemorragias pueden aparecer en lugares tan infrecuentes como el espacio pericárdico o en la médula espinal. Los rodenticidas anticoagulantes se encuentran presentes en la mayoría de los raticidas de uso común.
La brometalina es el compuesto activo de algunos rodenticidas. Provoca temblores musculares, convulsiones, hiperreflexia de patas traseras, y muerte. Si no se produce un desenlace fatal, los síntomas pueden durar hasta doce días.
La estricnina provocará en los animales que la han ingerido cierta intranquilidad y tensión para acusar una importante rigidez minutos u horas después de la exposición. La temperatura rectal puede encontrarse elevada debido a la hiperactividad muscular. Los signos clínicos progresan a la rigidez tónica en extensión, especialmente tras estímulos sensoriales como la luz, sonido y tacto. Los perros a menudo mueren en opistotonos debido a parálisis de los músculos respiratorios.
El fosfuro de zinc ha sustituido a la estricnina en aquellos lugares en que ha sido prohibida para el control de roedores y topos. Los animales intoxicados por este rodenticida presentan signos que evolucionan con rapidez. Habrá letargo, anorexia, disnea, vómitos (ocasionalmente con sangre), ataxia, agitación, temblores musculares, debilidad, postración y muerte.
Son muchos los insecticidas que pueden provocar envenenamiento en los perros, debido a lo común de su uso en la agricultura y en el hogar. La intoxicación con estos productos puede ser deliberada (mezclados con comida) o accidental. Además, debemos contar con que muchos de ellos son utilizados habitualmente para prevenir y tratar determinadas parasitosis en el perro en forma de lociones, espráis, champús, collares, aerosoles o bombas en el hogar.
Los animales intoxicados podrán presentar los síntomas entre unos pocos minutos y algunas horas después según la vía de entrada, la dosis, y el producto químico. Los perros suelen presentar sialorrea, anorexia, vómitos, diarrea, epifora, miosis, midriasis, disnea, diuresis excesiva y bradicardia o taquicardia. También podremos observar ataxia, debilidad y fasciculación muscular. En las exposiciones agudas a altas dosis de insecticida, los síntomas pueden presentarse a los diez o veinte minutos. Es importante que sepáis que no siempre se van a presentar todos los síntomas. La muerte suele deberse a insuficiencia respiratoria y a la falta de oxígeno en los tejidos por las alteraciones respiratorias que vamos a ver, como la parálisis de los músculos respiratorios y la depresión directa del centro respiratorio medular. Se han descrito casos de pancreatitis tras la intoxicación por insecticidas.
LA LISTA NEGRA
Entre los insecticidas que usamos con más frecuencia y que pueden causar toxicidad, siempre y cuando no se usen adecuadamente, encontramos:
Las piretrinas y los piretroides están presentes en numerosos productos de uso veterinario que usamos para evitar que vuestros perros sean parasitados por pulgas y garrapatas. Su toxicidad es muy baja en los mamíferos y cuando se emplean siguiendo las instrucciones del fabricante, no deberían inducir efectos nocivos. Éstos aparecerán cuando son ingeridos o cuando se administran de manera excesiva por vía tópica, en especial en perros pequeños.
El perro afectado presentará salivación excesiva, temblores musculares, depresión, ataxia, anorexia, vómitos y, en otras ocasiones, debilidad, disnea, diarrea, hipertermia o hipotermia, hiperestesia (movimientos rápidos de las orejas, sacudidas de patas, contracciones repetidas de los músculos cutáneos superficiales) y postración. En ocasiones puede observarse una reacción alérgica tópica caracterizada por urticaria, prurito y alopecia en la zona de aplicación. Los cuadros mortales son raros, pero pueden producirse típicamente, tras un cuadro convulsivo grave e incontrolable.
El amitraz es un pesticida que se encuentra presente en algunos collares antigarrapatas para perros. La toxicosis puede presentarse en los perros que ingieren todo el collar o una parte importante del mismo, aunque es evidente que cuanto más tiempo haya pasado desde que se le colocó al perro hasta que lo tragó, los efectos de toxicidad serán mucho menores.
Otra vía de intoxicación por amitraz es cuando se usa por vía tópica para el tratamiento de la sarna demodecica. Este producto, una vez diluido en agua, presenta un aspecto similar a la leche.
Los signos clínicos de toxicosis suelen comenzar una hora después de la ingestión, en ocasiones a los treinta minutos. Los síntomas suelen ser graves, pero a menudo son transitorios y raramente mortales. Consisten en depresión, sedación, ataxia, bradicardia, midriasis, hipotermia, vómitos, poliuria y diarrea. En los casos más graves se puede presentar dilatación gástrica, sialorrea, disnea, anorexia, shock, taquicardia e incontinencia urinaria, desorientación, temblores y coma. A veces se presenta hiperglucemia.
Tanto si la exposición al amitraz ha sido leve o intensa, el problema suele quedar solucionado con el tratamiento adecuado en 24-48 horas.
ACEITES BOTÁNICOS
La intoxicación por aceites botánicos se produce porque algunos productos los han incorporado dadas sus propiedades antiparasitarias. La intoxicación debida a ellos se produce cuando se usan en concentraciones excesivamente altas. Los síntomas que se van a presentar son: salivación, vómitos, diarrea y depresión del sistema nervioso central. Otros signos observados en exposiciones graves son los temblores musculares, la hipotermia, la hipotensión, la ataxia y la midriasis. Las convulsiones y la muerte, aunque raramente, se pueden presentar.
El aceite de poleo ha sido utilizado desde hace mucho tiempo como repelente de pulgas, y su componente activo, da lugar a un metabolito tóxico, que es hepatotóxico. En los perros se ha descrito necrosis hepática masiva tras la aplicación tópica del aceite.
Otro aceite potencialmente tóxico es el que se obtiene de las hojas del árbol del té australiano. El aceite de melalueca se encuentra en productos de uso tópico para infecciones de piel, como repelente de insectos, como antipruriginoso o como limpiador de estancias. Su acción, en caso de intoxicación, también será provocada por su toxicidad hepática.
Otros insecticidas también tienen potenciales efectos tóxicos sobre nuestros perros. Muchos de ellos se utilizan por vía tópica. Las reacciones adversas notificadas, como la salivación o la irritación cutánea secundarias a exposiciones orales o dérmicas pueden deberse a los excipientes presentes en las formulaciones. Los signos que pueden provocar son leves y autolimitados, y carecen de importancia, por lo que no creo conveniente extenderme sobre ellos. Poseen un amplio margen de seguridad, y sólo, si se usan de manera irracional pueden provocar problemas dignos de consideración. Ya lo apunté en un artículo anterior: la mejor y única manera de que no haya un mal uso de estos productos es que sea vuestro veterinario el que los prescriba, con la ventaja añadida de que sabrá explicarnos cómo y cuándo utilizarlos.
Y para terminar haré referencia a las intoxicaciones por las avermectinas. Su seguridad es muy elevada, así como su eficacia contra un elevado número de parásitos, entre los que se encuentran nematodos y artrópodos. Se usan por vía tópica, oral y parenteral.
Sin embargo, algunas razas específicas de perros son más sensibles a este grupo de fármacos, como los Collies, Pastores Australianos, Perros de Pastor de Shetland, Antiguo perro de Pastor Inglés, Pastor Alemán, Whipets de pelaje largo y el Silken Windhound. Una vez más, y sin querer ser repetitivo, será nuestro veterinario el que, conociendo el peso del perro y su raza, prescriba cualquiera de los productos anteriormente nombrados.
Los perros intoxicados van a mostrar ataxia, debilidad y postración; y si la dosis es muy alta aparecerá el coma. Algunos perros tendrán ceguera y temblores musculares que acabarán en convulsiones. Podrá haber, además, vómitos, salivación y respiración superficial.
Dr. José Enrique Zaldívar Laguía.
Dra. Lina Sáez de Antoni.
Clínica Veterinaria Colores.
Paseo Santa María de la Cabeza 68 A.
Madrid-28045.