LIBRO GENEALÓGICO

 

BAILANDO CON LOBOS

 

Bailando con lobos en La Rioja

 

 

Una treintena de voluntarios participa desde la región en el primer proyecto de ciencia ciudadana para obtener un censo de la especie en nuestro país.

 

Su presencia, tímida y esquiva en su hábitat natural, ha dejado huella en nuestra sabiduría popular. De él se ha dicho que puede vestir piel de cordero y que meterse en su boca es algo desaconsejable. Mil y un cuentos infantiles le otorgan el papel del malo de la película e incluso Thomas Hobbes lo empleó como símil al afirmar que ‘el hombre es un lobo para el hombre’.

 

Excesiva mala prensa para un animal que ha habitado nuestro espacio desde antes de que nosotros mismos nos instaláramos en él y cuyo principal delito ha sido alimentarse de su entorno. Como si los humanos viviésemos del aire.

En cualquier caso –y por fortuna para su especie–, el lobo no solo ha encontrado enemigos dentro del género humano. Son pocos pero bien avenidos quienes desde hace años han incluido entre sus prioridades la defensa de este cánido intrínsecamente relacionado con la cultura ibérica. Sin embargo, a día de hoy las incógnitas vencen por goleada a las certezas que tenemos sobre el lobo y una de ellas –quizás la más importante– puede resolverse a corto plazo gracias a la ciencia ciudadana.

 

Desde el pasado mes de diciembre, Fernando Palacios (científico titular del CSIC) y Ángel Sánchez (adscrito al departamento de Biodiversidad y Biología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid) trabajan para arrojar luz sobre el número de ejemplares de lobo que siguen viviendo en nuestra península. No lo hacen solos. Alrededor de un millar de personas de toda condición profesional se han enrolado en el ‘I Censo Nacional de Voluntariado para el Censo del Lobo Ibérico’.

Entre ellos se encuentra una treintena de riojanos organizados bajo la coordinación de Pedro Crespo y cuya misión es rastrear al lobo en la región para determinar con certeza su población en La Rioja. «Tenemos agentes forestales, ingenieros, biólogos, pastores, … E incluso algún cazador», detalla, explicando que su equipo aún se encuentra en fase de reclutamiento, por lo que invita a cualquier interesado a ponerse en contacto con él a través del correo electrónico ‘plcm@wanadoo.es’. «Aunque alguien crea que no tiene la experiencia necesaria puede sernos de utilidad, ya que cada grupo de trabajo va a recibir formación específica antes de salir al monte», agrega.

Que los participantes en este proyecto pionero de ciencia ciudadana no sean profesionales de la materia no implica que los resultados del censo deban ser cuestionables. «Los equipos se configuran para adaptarse al máximo al método científico; Fernando (Palacios) es toda una personalidad en el CSIC y su método está más que contrastado», defiende Crespo.

 

Así, en una primera fase cada uno de los grupos se encargará en los próximos meses de «geolocalizar cada rastro de actividad del lobo (huellas, heces, rascaduras en el suelo o rastros de pelo), fotografiarlo y trasladarlo a los mapas». Ese rastreo permitirá identificar las zonas de actividad de las manadas, que se mueven alrededor de sus puntos de cría, para proceder en una segunda fase al ‘fototrampeo’, que consiste en la colocación de cámaras ocultas para obtener imágenes de cada ejemplar de la manada, así como del resto de fauna residente en el lugar.

«Los primeros resultados tangibles esperamos conseguirlos en un plazo de unos dos años, aunque el proyecto tendrá que ir mucho más allá», explica Pedro Crespo, quien destaca que la principal diferencia entre estudio y otros anteriores promovidos por la Administración es que este censo «parte de la ciudadanía y en él participan voluntarios; las distintas Administraciones hasta ahora han realizado estudios y censos fragmentados por autonomías».

«Cuando el censo esté finalizado lo pondremos a disposición de toda la ciudadanía, aunque con ciertas precauciones para que nadie le pueda dar un uso indebido –por ejemplo, cazadores furtivos– a los datos», advierte el coordinador del grupo riojano». «Hasta solo tenemos mentiras en torno a la presencia del lobo y, con ella, la especie sale perdiendo en todos los aspectos, porque el lobo es el paria de los animales», agrega, explicando que «tiene un grado de protección al otro lado del Duero, pero aquí en La Rioja está considerada una especie cinegética; lo único evidente es que la caza legal del lobo legitima también la caza ilegal».

Estos voluntarios, que admiran y conocen en profundidad al lobo, asegura que nada tiene que ver con una especie peligrosa para el hombre, más bien al contrario. Quizás su censo sirva para que sus detractores lo vean como a una víctima y no como un verdugo. Aunque para ello –como mal menor,– haya que reescribir buena parte de los cuentos infantiles.

 

«Los lobos no están donde piensan los ganaderos de La Rioja»

 

Aunque el grupo que coordina en La Rioja aún no ha salido al monte para contribuir al censo nacional, Pedro Crespo ya cuenta con experiencia en el rastreo del lobo ibérico. Asegura que localizarlos es fácil, aunque inmediatamente añade la coletilla de «si sabes cómo hacerlo».

No le gusta anticipar los datos regionales que podría recoger el censo en el que ahora trabaja y tan solo rompe el «secreto de sumario» para avanzar que «no están donde piensan los ganaderos ni donde cree la Consejería de Medio Ambiente». Eso no significa que unos y otros mientan acerca del hábitat del lobo en La Rioja, sino que han errado –a juicio de Crespo– al obviar que «lo que se mueve por esa zona son lobos jóvenes que entran y salen en busca de territorio y manada».

El naturalista, natural de los Cameros, lamenta que en la protección legal haya especies de primera y de segunda categoría. El lince ibérico ha recibido en las últimas décadas una importantísima inyección financiera del Estado y de Europa para bloquear su extinción. Sin embargo, «ver un lobo muerto está más legitimado, porque existen intereses muy importantes alrededor de él, fundamentalmente de ganaderos mal asesorados por los sindicatos y de cazadores», lamenta Crespo, quien recuerda que «no hemos conseguido aún poner en valor al lobo y, por ello, el censo es tan necesario, para que nadie diga que sobran o faltan lobos».

Al hilo de la desprotección de su especie, Pedro Crespo señala que «es paradójico que los Parques Nacionales de nuestro país se rijan por una figura de protección en la que no se puede cazar y, sin embargo, la propia Administración mata lobos para defender a la ganadería que pasta en ellos».

A día de hoy «se estima que no hay más de 2.500 lobos en España, que además están disgregados», concluye el coordinador del grupo riojano del proyecto.

 

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