LIBRO GENEALÓGICO

Diarreas en el perro

DIARREAS EN EL PERRO:

GIARDIAS Y ENFERMEDAD INTESTINAL CRÓNICA.

Dr. José Enrique Zaldívar Laguía.

Dra. Lina Sáez de Antoni.

(Por cortesía de los autores)

 

Entre los problemas clínicos que con más frecuencia nos encontramos en nuestro trabajo diario aparecen las diarreas. Debe quedar claro que esta alteración digestiva es un síntoma de que algo no funciona bien en el tracto intestinal de vuestro perro. Es decir no se trata de una enfermedad en sí. Las patologías que las producen son numerosas, y el problema se nos plantea a los veterinarios, cuando éstas se perpetúan en el tiempo, es decir, pasan a convertirse en un síntoma crónico. Normalmente son procesos de curso que con el tratamiento adecuado, ceden en 24-48 horas.

 

Cuando los síntomas duran entre 2 y 4 semanas podemos decir que estamos ante una diarrea de carácter crónico. Normalmente pueden ser resueltas, pero para ello, los veterinarios debemos realizar una investigación detallada, ya que si no son tratadas adecuadamente pueden conducir a una enfermedad malaabsortiva grave y a la muerte del perro.

Debéis saber que la función primaria del intestino delgado en los perros es asimilar los nutrientes mediante los procesos de digestión y absorción. Además, en el intestino se producen funciones motoras que incluyen la segmentación rítmica para la propulsión de alimentos, y el peristaltismo para moverlos en forma continua. La unión de estos dos mecanismos hace posible el movimiento de los contenidos a través del intestino delgado.

 

 

Los signos clínicos más corrientes asociados a enfermedad crónica del intestino delgado son la diarrea y la pérdida de peso. El vómito es frecuente si se trata de procesos infamatorios y también son síntomas importantes la presencia intermitente de inapetencia, indiferencia, borborigmos, flatulencia, temblores y signos de dolor abdominal. Estos últimos pueden muy sutiles y pasar inadvertidos para vosotros.

 

 

Las alteraciones del colon (intestino grueso), también son causa común de diarrea. La diarrea originada en el intestino grueso debe diferenciarse clínicamente de la surgida del intestino delgado porque los tratamientos a veces son diferentes. En el presente artículo me centraré especialmente en las del intestino delgado.

 

 

Lo que nos vamos a encontrar como consecuencia de la mala funcionalidad intestinal es lo que conocemos como síndrome de mala absorción. Las causas de esta “anómala asimilación” de los alimentos y que nos vamos a encontrar con frecuencia son la enfermedad intestinal inflamatoria, que reciben diferentes nombres, demasiado técnicos para ser nombrados aquí; la mala absorción también puede ser provocada o secundaria a lo que conocemos como hiper multiplicación bacteriana o a infecciones parasitarias como las giardiasis.

 

 

Estas enfermedades nombradas anteriormente van a provocar lo que se llamamos enteropatía con pérdida de proteínas, que se caracterizan por la pérdida de proteínas del suero dentro de la luz intestinal. No debemos olvidar, que a veces estos procesos vienen derivados de la presencia de tumores en el tracto digestivo, como son los linfosarcomas.

 

 

La presencia de giardias es actualmente una de las causas más frecuentes de diarreas crónicas o intermitentes en los perros. A veces su presencia va acompañada de vómitos, que incluso puede ser el síntoma predominante. Se trata de un problema difícil de diagnosticar y de tratar, en especial cuando da lugar a procesos inflamatorios que provocan que la flora bacteriana normal del intestino sufra una gran multiplicación. Para hacer frente a este tipo de infección se requiere un sistema inmune sumamente competente. La diarrea puede aparecer 5 días después de la exposición a la infección.

 

Para su diagnóstico utilizamos diferentes métodos, como es la observación microscópica de una muestra de heces. Dado que este parásito no se elimina de forma continua en las deposiciones, será necesario el análisis de cómo mínimo tres muestras. Existen actualmente otras técnicas de laboratorio, que identifican el antígeno del parásito en las heces.

 

Durante muchos años el tratamiento de elección para las giardias ha sido el metronidazol. Actualmente sabemos que el albendazol es muy efectivo, pero tiene un grave inconveniente, y es que puede provocar una importante bajada de glóbulos blancos (leucopenia) y letargia. Es por esto que la mayoría de los veterinarios, si no conseguimos parar la infección con metronidazol, con una eficacia del 70% (que además tiene efectos antiinflamatorios y antibacterianos), utilizamos el fenbendazol.

 

Podemos decir también que un producto sumamente conocido de Bayer, utilizado con frecuencia para las desparasitaciones rutinarias es muy útil para tratar este tipo de infecciones. No debemos olvidarnos durante el tratamiento, del control ambiental, en especial en criaderos y en tiendas de animales. Los quistes de giardia pueden mantenerse mucho tiempo en el medio ambiente de las jaulas y en el pelo de los animales. El mejor desinfectante ambiental para casos como estos es el amonio cuaternario, que puede ser usado también en forma tópica en las regiones perianal y perineal, que deben ser luego enjuagadas con un champú, después de 3-5 minutos. En casa, un buen baño en la bañera será lo adecuado para eliminar los parásitos del pelo del animal.

 

Un problema añadido de las giardias es su potencial zoonótico. Los niños, de manera especial, están en riesgo debido a su tendencia a jugar en áreas verdes y en el suelo donde pueden estar los quistes o el hecho de introducir los dedos en la boca del perro parasitado. A menudo se duda si los pacientes portadores asintomáticos de Giardia deben ser tratados o no. Lo cierto es que los quistes de este parásito han sido asilados de heces normales, y que existen perros que son capaces de permanecer asintomáticos.

 

Mi recomendación, por tanto, para todos aquellos que sois criadores o que os dediquéis a la venta de cachorros es que cualquier cachorro nuevo, sea tratado contra las giardias y desinfectado convenientemente antes de juntarlo con los que estén sanos. Se trata simplemente de una medida de salud pública. Lo recomendable sería testar a todos los perros y que todos los que den positivo, tengan síntomas o no, sean tratados adecuadamente.

 

El futuro está en una vacuna que hizo su aparición en el año 1999, y que está en vías de perfeccionamiento.

 

La Enfermedad Intestinal Inflamatoria (EII), está bien reconocida como una de las causas más comunes de diarrea crónica en el perro. El reconocimiento real de la existencia de esta antiquísima enfermedad se ha producido gracias a la utilización de la endoscopia, para investigar con mayor profundidad a los animales con signos clínicos como vómito, diarrea, pérdida de peso y cambios en el apetito. Está nueva técnica de diagnóstico se ha unido a las que siempre hemos utilizado, como son los análisis fecales, los análisis de sangre, las radiografías, y los tratamientos farmacológicos empíricos. Debo decir, y esto es una anotación personal, que se abusa actualmente en demasía de esta técnica y que no siempre el personal que las realiza está lo suficientemente preparado para realizarlas. Sé que no será un comentario muy bien acogido, pero es la perspectiva que tengo desde mi experiencia personal y desde luego no voy a dejar pasar esta oportunidad para comentarla.

 

Lo cierto es que la única manera de diagnosticar una EII es por endoscopia, a través de la cual se tomará una muestra de tejido intestinal para su posterior biopsia. Y también es cierto que muchos animales con vómito y/o diarrea, sin tratamiento específico, con posterior enfermedad consuntiva eran sacrificados o morían prematuramente como resultado de causas desconocidas.

 

Podemos decir, por tanto, que la obtención de biopsias gástricas e intestinales es una firme recomendación en todo paciente con signos crónicos (con una duración mínima de 4 semanas) inexplicables. Sin duda, cuanto más buscamos, más encontramos. El problema es que quién busca no siempre lo hace adecuadamente. ¡Aún nos queda mucho por aprender! Una alternativa al fibroendoscopio en manos inexpertas es la laparatomia exploratoria: abrimos la cavidad abdominal, tomamos las muestras oportunas y cerramos. A pesar de todo, el problema puede venir después. Me refiero a que los histopatólogos, es decir los que teñirán y mirarán las muestras que les hemos remitido, nos darán su opinión subjetiva, que no será necesariamente la misma que la de otro “colega” que analice la misma muestra. ¡Son los insondables misterios de la ciencia! Aún así, ante un perro con diarreas frecuentes en que los tratamientos farmacológicos y dietéticos convencionales han fracasado, el estudio histológico de muestras de tejido intestinal son necesarias.

 

El término “enfermedad intestinal inflamatoria” describe un grupo de enteropatías crónicas que se caracteriza por una infiltración dentro de la pared intestinal de una serie de células inflamatorias, que incluyen linfocitos, células plasmáticas, eosinófilos, neutrófilos y macrofagos. Podemos decir que en los perros los tipos más frecuentes de EII son la enteritis linfocítica/plasmocítica y la colitis linfocítica/plasmocítica. La enteritis linfocítica pura raras veces se da y la eosinofílica no es tan común como hace tiempo se pensaba.

 

Lo cierto es que, por desgracia, cada vez que en una biopsia de intestino aparecían un número elevado de cualquier tipo de las células anteriormente citadas, esto valía para hacer el diagnóstico. Y lo cierto es que este tipo de células se pueden presentar simplemente como una respuesta normal a otro tipo de factores. Podemos citar por ejemplo, diversos agentes infecciosos como virus, bacterias y parásitos (por ejemplo las giardias), antígenos alimentarios, presencia de un cuerpo extraño y tumores intestinales.

 

Por lo tanto, es indispensable antes de meterlo todo en el saco de las EII, investigar más a fondo y no quedarnos en el resultado obtenido por la biopsia. La verdad es que la causa de la EII a pesar de años de investigación profunda tanto en personas como en animales todavía no se ha descubierto. Se supone que es la respuesta inmunológica del organismo a un desafío antigénico crónico. En medicina humana cada día que pasa, parece demostrarse que se trata de una respuesta autoinmune, ante algo que los mecanismos normales de defensa no pueden controlar.

 

El síntoma que predomina en los perros jóvenes es el vómito, y no existe predisposición racial o sexual. Según progresa la enfermedad, el vómito se hace mucho más frecuente. Los vómitos suelen ir acompañados de arcadas, y pueden contener líquido transparente, bilis o espuma. En algunas ocasiones también se puede observar la presencia de alimento, incluso horas después de haberlo ingerido. La sangre rara vez hace acto de presencia. No es raro observar que el perro alterna épocas de vómitos cuantiosos con otras en que estos no aparecen, es decir aparecen remisiones y exacerbaciones.

 

Aún así, la diarrea puede ser el signo más frecuente en el perro, sola o asociada a vómitos intermitentes. Se trata de diarreas con pobre respuesta a los tratamientos convencionales. La pregunta que nos hacemos entonces los veterinarios es: ¿estará afectado el intestino delgado o será el intestino grueso? Ante esta importante “elucubración” debemos estar atentos a las características de las diarreas.

 

Las diarreas de intestino delgado a menudo se caracterizan por grandes cantidades de deposiciones acuosas, voluminosas, formadas o blandas. La esteatorrea (grasa en las heces) puede ser evidente y en casos crónicos se acompaña de pérdida de peso. En contraste la diarrea de intestino grueso suele tener una consistencia blanda debido al mayor contenido de moco y puede haber hebras intermitentes de sangre roja. Otros signos comprenden mayor frecuencia de intentos defecatorios y defecación en lugares no habituales. Existe urgencia por defecar y el perro no puede contenerse. Los perros que tan sólo tienen afectado el intestino grueso, permanecen contentos, con buen apetito y no pierden peso.

 

En caso de afectación del intestino delgado, el perro se mostrara apático, en especial en las fases en que haya vómitos, y perderá peso.

 

Los análisis de sangre normalmente no nos van a dar mucha información, pero deben ser realizados. Puede aparecer anemia, aumento de glóbulos blancos (leucocitosis), aumento de eosinófilos e hipoproteinemia (descenso en los valores de las proteínas). Una prueba bastante específica que podemos realizar en el perro es la determinación de la proteasa alfa-1 fecal, que en estos casos se podrá encontrar muy elevada. Otro parámetro que debe ser medido en perros con diarrea crónica es la concentración de cobalamina (vitamina del grupo B), ya que su deficiencia puede ser la causante de la diarrea. Otras patologías que deben ser descartadas es la presencia de Giardias, Crystosporidium y enterotoxicosis por Clostridium perfringens, así como la hipermultiplicación bacteriana. Los últimos avances demuestran que la realización de placas de bario, es decir de tránsitos intestinales no son útiles, salvo que se sospeche obstrucción intestinal.

 

En cuanto al tratamiento os diré que los corticosteroides son la primera elección para la enteritis linfocítica/plasmocítica y eosinofílica, especialmente en los casos leves y moderados. En algunas ocasiones, tras algunos reajustes de dosis, la medicación podrá ser retirada en 3 o 6 meses.

 

En casos más graves las dosis a utilizar de estos mismos medicamentos serán mucho más altas, y puede ser recomendable el uso combinado con metronidazol, lo que permitirá la reducción de la dosis de corticoides.

 

Todos conocéis los efectos secundarios de estas medicaciones, que en muchas ocasiones pueden ser graves. En estos casos, existe actualmente un nuevo tratamiento con un nuevo corticoide llamado budesonida. Otra alternativa terapéutica si los corticoides y el metronidazol no son capaces de controlar el problema es la azatioprina, bien sóla o combinada con los anteriores, que normalmente deberá ser utilizada entre 3 y 9 meses. Los efectos secundarios a este medicamento no son muy frecuentes, pero si se presentan pueden ser graves, en especial la supresión de médula ósea. No es raro encontrarse casos en que la medicación debe ser usada de por vida.

 

Otro parámetro importante que debemos introducir en el tratamiento es la dietoterapìa, que en ocasiones puede conducir a la resolución parcial o completa de los signos clínicos. La dieta a utilizar debe contener una cantidad mínima de aditivos, ser altamente digestibles, y dejar escasos residuos. Es interesante el uso de aquellas comidas que contengan una única fuente de proteínas que “nunca” haya probado el perro (cordero, conejo, venado, pescado, queso blanco descremado). Como fuente de carbohidratos lo recomendable es el arroz, y si la dieta contiene importantes cantidades de ácidos omega-6 y omega-3, será mejor, ya que se ha demostrado su utilidad como antitinflamatorios a nivel intestinal. Estas comidas deberán ser repartidas en dos o tres veces a lo largo del día.

 

Hasta aquí mi exposición sobre las diarreas crónicas. Hay muchas más causas que las producen, pero sería alargar demasiado el artículo, y debéis comprender que el espacio en la revista es limitado. Se trata sin duda de un problema grave, serio y de muy difícil resolución, y que en muchas ocasiones, a pesar de todos los intentos, acabará con la vida de vuestro compañero.

 

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