El Mastín pesado, el mastín ligero y el mastín rehalero
Por Eduardo de Benito
Perros rehaleros son los empleados para la caza mayor, y de ellos, básicamente podencos y mastines con diverso grado de pureza racial. Como no cabe duda de que ambas razas han sido, y son, instrumento de trabajo, con el transcurrir del tiempo y el cambio de necesidades cinegéticas se han ido adaptando a las circunstancias de lo que en cada momento se les pedía. En España, a la hora de cazar, nos vale todo, perros feos y guapos, grandes y chicos por igual, sin ningún criterio de selección, por lo que no debe extrañarnos encontrar en el campo todo un variado muestrario de subtipos de mastín, predominando ese que se conoce como “mastín ligero”.
En la cinofilia llamada oficial, ésa de las exposiciones de belleza, empezó en la década de los ochenta a premiarse un tipo de mastín muy pesado, gran hueso, abundantes pieles, cabezona voluminosa, y temperamento linfático. Se escribieron numerosos artículos defendiendo que esos son los verdaderos mastines, desdeñando los perros más ligeros. Por contraste, la población mastinera estaba formada en su inmensa mayoría por los otros mastines, los de menor talla, mas ligeros y ágiles, con fuerte implantación en todas las regiones donde tradicionalmente se han criado estos perros. Analicemos las razones de esta situación.
Un estándar, una evolución, una función
El primer prototipo racial fue el de 1946, redactado por Luis del Portillo y Owens, sobre las estimaciones biométricas realizadas sobre los ejemplares “Taconera”, “Arrogante” y “Cervera”. Luis del Portillo era un buen aficionado al mastín que en la exposición de 1947 de Madrid compitió con la hembra “Taconera” y siguió criando cerca de una década más, pues en el Tomo XXV del L.O.E., correspondiente a los años 1952 a 1957, aparece la inscripción de otros dos ejemplares de su propiedad, “Armillita” y “Linda”. “Taconera”, una hembra con una alzada de 74 cm y un peso de 42 Kg.; “Arrogante”, un macho con alzada de 76 cm y 46 Kg. de peso y “Cervera”, macho de 77 cm y 55 Kg. de peso, se parecen más a los numerosos mastines españoles que pueblan todas nuestras regiones donde la raza aún es utilizada, que esos otros perros de 90 cm de alzada y 100 Kg. que vemos en las exposiciones caninas. Luis Portillo era natural de Infantes, en Ciudad Real, y por tanto sus mastines procedían de etnias manchegas y del valle de Alcudia, privilegiado punto de encuentro trashumante donde se concentraban los rebaños de Soria, Segovia, Rioja, Guadalajara y Cuenca. Eran perros de magníficas cualidades funcionales adecuadas al medio y el trabajo que desempeñaban. Acreditadas la afición mastinera de Luis del Portillo y sus conocimientos cinológicos, es fácil deducir que alzó el estándar sobre los perros más representativos y mejor conformados que conocía.
Si no podemos negar que es un despropósito levantar un patrón racial basándose sólo en tres sujetos, no es menos cierto que examinando las mediciones de estos perros se correspondían entonces, al igual que en la actualidad, a una importante parte de la cabaña mastinera nacional, con numerosos representantes trabajando en nuestra ganadería o cazando por nuestras serranías. Tiene más solera el mastín ligero que el mastín institucionalizado por la RSCE.
El mastín ligero es mucho más abundante, más vitalista, con una difusión mayor tanto en 1946 como en 2000. Antonio Cerrato, un conocido criador de mastines españoles en su libro sobre la raza publicado en 1987, dice: “En la actualidad los perros que pueden encontrarse en nuestros campos, en su medio, son animales por lo general de tamaño discreto y un peso que rara vez sobrepasa los 40 – 50 Kg.”. Este autor, enfrentándose a la trillada corriente general sobre el gigantismo, no duda en defender el estándar de 1946. Sus palabras arrojan mucha luz sobre el estado actual de la raza: “En un ring es fácil dejarse llevar por el entusiasmo al ver un ejemplar enorme en pose estática y en un espacio reducido; este mismo perro, en su medio, en campo abierto, probablemente no sería más que una sombra, un pobre inválido incapaz, no ya de defenderse de otros perros o alimañas, sino aún de aguantar una dura jornada de trabajo sin desplomarse exhausto. Esto lo saben muy bien pastores y ganaderos, que prefieren un perro de tamaño medio y buena movilidad, a uno gigantesco pero generalmente inútil.
Es de sentido común pensar que una mejor alimentación y una mayor selección, dejen escaso el estándar del 46 en lo referente a altura, lo cual no debe ser pretexto para propiciar el gigantismo con todas sus secuelas”. Y es que el perro de trabajo, el animal útil, no puede pesar 90 Kg., lo que no quiere decir que esos otros mastines ligeros dejen de inscribirse fenotipológicamente dentro del grupo masivo o muscular. Las estimaciones biométricas del mastín han generado desacuerdos desde antiguo. Veamos un ejemplo: J. Sandoval (1957) al medir mastines obtiene medidas del diámetro longitudinal y de alzada a la cruz muy inferiores a las que obtiene Alonso Troncoso (1979) en León, por lo que aquel define la raza como brevilínea en tanto que para éste es un animal sublongilíneo.
El estándar de 1981 quiere un perro mediolíneo. Sandoval (1957) estima que el mastín español tiene una alzada media de 73 cm; 68 cm para Sarazá Ortiz (1963) y 76 cm para Troncoso (1979). El estándar de 1981 pide un mínimo de 77 cm para los machos. Quizá el mayor problema del estándar actual frente al de 1946, es que favorece la entrada de perros amastinados de grandes proporciones, lo que ha hecho inevitable los mestizajes, uno de los más comunes con san bernardo, reiteradamente denunciado por el ingeniero agrónomo Jesús Vadillo Jiménez. El aspecto general del perro descrito en el estándar de 1946 se adapta como anillo al dedo a los mastines que hoy apodamos ligeros: “Debe ser el de un perro fornido, compacto, de gran simetría, libre de toda pesadez, denotando en el andar su fuerza y agilidad”.
Uno de nuestros más acreditados cinólogos, versado en las razas autóctonas, el veterinario Carlos Contera Alejandre, efectuó en 1993 un viaje al Valle de Alcudia. Su observación de los mastines que allí encontró, animales de dimensiones y peso moderado, desvinculados de los libros genealógicos y apegados a la labor tradicional de custodia de ganados y fincas, nada tienen que ver con los perros de la cinofilia oficial. Son mastines de estructura simétrica, porte ágil, aspecto rústico, muy vivos, tranquilos pero que pueden llegar a ser agresivos. Dice este autor: “En esta parte de la provincia de Ciudad Real, se conservan los mismos tipos de perros descritos en el estándar de 1946. Los ejemplares base de aquel patrón racial procedían de esta provincia manchega, de donde seguramente fueron elegidos como representativos de entre la población local. Es admirable encontrar aún hoy animales de extraordinaria semejanza con aquellos, de los que nos llegaron medidas y fotografías. El paso oficial de la cinofilia de reflejar con método una raza en un estándar (1946) a la redacción de un texto ideal prototipo (años 80) por un círculo de amateurs – por lo general no usuarios – ha dejado fuera de los libros y las exposiciones a los perros de Alcudia, que siguen respondiendo a las exigencias de los pastores trashumantes”.
Que el estándar de los años 80 estaba en muchos puntos lejos de la realidad de los mastines existentes sería vano negarlo y así en la mesa redonda que bajo el lema “Comentarios sobre el estándar del mastín español” se celebró en octubre de 1987 en la Casa de León en Madrid, el criador Luis Esquiró Bolaños afirmó: “Siendo el espíritu del estándar llegar a conseguir perros como éste indica, aunque en la actualidad no exista ninguno, por esto no deben descalificarse perros correctos a los que les faltan algunos centímetros para llegar al mínimo marcado por el estándar”.
Los defensores del mastín pesado sostienen que éste era el tipo genuino de la raza, nos hablan de un pasado histórico poblado de gigantescos mastines en encarnizada riña con el lobo, y pretenden que sólo bastardos intereses económicos provocaron en los años de posguerra civil la aparición de estos apodados “menostines”. Dejando a un lado la hermosura de todas las leyendas, desconfío de que esto sea cierto. Han llegado a afirmar que fue la desaparición del alano en los años 30 una de las causas del paulatino aligeramiento del mastín. La desaparición del perro de agarre en las jaurías de perros de montería habría obligado a los monteros a buscar en el mastín el animal de fuerza, pero al resultar demasiado pesado para la velocidad de un recova de podencos seleccionó ejemplares muy livianos o mestizó los mastines con podencos. En las rehalas españolas poco o nada se ha seleccionado, para que creamos que un día se pusieron los perreros a “fabricar” un mastín ligero, sobre todo cuanto no necesitaban mas que alargar la mano y allí estaba ese mastín trabajando a diario con las ovejas.
El cruce con podenco se realizó, y se realiza hoy, con otra finalidad, y a dado origen a un perro conocido como “Valdueza”, pues corresponde a un tipo que el Marqués de Valdueza empezó a criar en sus fincas de Piedrabuena hace más de 35 años. Si las cosas fuesen como deberían ser los valdueza estarían perfectamente fijados genéticamente, sería el perro rehalero español, y podríamos hablar de una raza con méritos propios. Por desgracia la cinofilia oficial es tan miope que la gigantesca cabaña de perros rehaleros para ella no existe y los valdueza serán siempre unos mestizos.
La importancia del tipo
Para Gibert Buch el mastín rehalero se corresponde al tipo extremeño, descargado de peso, el calificado de “ligero” que, además de ser perro “de diente” tiene buenos vientos y caza bien en terrenos del centro de la Península Ibérica y en los de su región originaria, Extremadura. Es un perro de tamaño mediano, muy fuerte y muy bravo, que presta eficaz ayuda a los podencos cuando entran al macareno y que por su valentía sale muchas veces malherido. Es el mastín que resiste bien el calor y el frío, tan extremados en las sierras peninsulares, aguanta bien el terreno áspero y la piedra, arremete al lobo en vez de huirle como hacen la mayoría de los perros. La climatología influye de forma importante en la conformación de las razas de los animales domésticos, como está probado en zootécnia. El mastín español se formó condicionado por un sistema de pastoreo, la trashumancia, y por el clima y las montañas tan variadas que recorría en su trabajo. ¿Puede alguien imaginarse un mastín útil que no soporte el calor?
En 1983 se celebró en Madrid la primera Exposición Mundial Canina que tenía lugar en España. La transcendencia del acontecimiento obligaba moralmente a que un perro de raza española se alzase con el galardón de mejor ejemplar absoluto de la exposición, lo que no era fácil en consideración a los excelentes perros de razas extranjeras que habían venido de todas partes del Mundo. Las finales se convirtieron en una verdadera guerra de nervios, sobre todo cuando un mastín español de nombre Tigre logró imponerse como mejor ejemplar del Grupo II. Tigre era un soberbio perro de manto barcino, con 80 cm. a la cruz y 80 kg. de pelo, del que según se dijo “sabía combinar su apariencia ancestral, de lo mas apegado al medio ecológico del que procede, con lo que hoy se pide en un ring”. Aquel 12 de junio de 1983 salieron a competir en la final los 10 mejores perros, representantes de los 10 grupos en que se dividen las razas. La temperatura en Madrid era extrema, rondado casi los 40 grados, algo habitual en la capital en ésta época del año. Los perros acusaban el calor, se resentían, y se temió que el mastín español no pudiese trotar bajo aquel sol, lo que no ocurrió y finalmente se alzó con el preciado título de Ganador Absoluto. Sin ánimo de despreciar las cualidades de Tigre, un ejemplar de los que te enamoran al primer golpe de vista, lo cierto es que el animal no tenía las condiciones ecológicas de resistencia que se le debería exigir a un representante de su raza. Hasta minutos antes de salir al ring a competir Tigre estuvo guardado dentro de un camión frigorífico, por lo que para nada se resintió de una temperatura que, por demás, habría debido soportar sin grandes dificultades como animal de trabajo, ya que competía en su patria, en una tierra y con unas temperaturas que han sido las que han forjado el mastín español. Resulta claro que los perros gigantescos pueden ser muy hermosos en los rings de las exposiciones caninas, pero que en la lucha cotidiana en el monte detrás de un guarro, o en las largas caminatas con las ovejas y casi sin comer, cuando el calor aprieta, no dan la talla. Por eso los mastines españoles son ligeros, porque están perfectamente preparados para la lucha y las largas caminatas.
¿Por qué se empecina la cinofilia en seleccionar razas de perros cada vez mas gigantescas en detrimento de su funcionalidad? Sencillamente por criterios comerciales. Cuando un criador pide 100 mil pesetas por un cachorro de mastín, debe ofrecer un perro diferente del que existe a centenares en el campo y la única forma de lograrlo es potenciar las características raciales de forma artificial, el gigantismo le asegura la venta.
Mastín trabajador
La trashumancia andariega hace ya mucho que desapareció, las merinas son hoy transportadas en camiones y más frecuentemente en ferrocarril entre sus pastos de invierno y verano. Los perros que con ellas trabajaban han pasado a ser un recuerdo, se ha reducido el número de mastines que pastorean en tanto que ha crecido el de los que cazan. Hoy existen rehalas profesionales, pero antaño no se montaba lo que hoy, hace sesenta años solo algunos terratenientes de la nobleza mantenían perros “profesionales” de la caza.
Entonces cuando se daba una mancha se tomaban perros picados de los ganaderos y de algunas escopetas negras y poco más. Y esos perros de los ganaderos no eran otra cosa que mastines españoles. En el Symposium de las razas caninas españolas celebrado en Córdoba en 1982 Alberto Goetsch se atrevió a defender este mastín ligero: “para mi el mastín ligero es el mastín histórico español que con el devenir del tiempo ha dado ya hace muchos años un tipo de perro que se observa por todas las sierras españolas, y que del ganado pasó a la caza sin mas transformaciones”. Y ello porque este mastín no es una degeneración sino la adaptación del perro como herramienta al trabajo que se le destina. El mastín rehalero, el mastín mal llamado ligero, es una realidad étnica que aguarda el estudioso que con respeto proceda a su catalogación y medición biométrica, con la finalidad de redactar un estándar que evite la pérdida de este tesoro racial tan vinculado a uno de nuestros mas ancestrales modos de caza, la montería.
¿Qué perro es un mastín?
El tronco de los molosoides ganaderos asiáticos dejó su semilla en España dando origen a nuestros mastines, que por una variada influencia como la trashumancia, el clima, la función y la alimentación se fue dividiendo en tipos y subtipos, denominados según su región de origen como mastín manchego, extremeño, soriano, leonés, navarro, del Pirineo, ramaders, etc.
Ya en 1913 el marqués de Montesa presentó en la memoria del Concurso Nacional de Ganaderos, organizado por la Asociación General de Ganaderos del Reino, un informe sobre el mastín en España, al que clasifica en dos grandes familias, Pirenaico e Ibérico. El primer grupo comprende los mastines de las montañas de Aragón y Navarra y sus derivaciones de Soria, Asturias y León, y en el segundo señala tres divisiones: La Mancha, hasta las serranías de Cuenca y Albarracín, Andalucía y Castilla la Vieja y Extremadura. De cada una de estas poblaciones mastineras pudimos hacer una raza con sus características psicofísicas propias, en un ejercicio de canicultura similar al realizado en Inglaterra con los terriers, pero el secular abandono en que la cinofilia oficial ha tenido a las razas autóctonas ha sido una mordaza para la imaginación de nuestras gentes. Esta riqueza tipológica ha sido desdeñada por la cinología, que en la actualidad trabaja únicamente sobre dos subtipos, el mastín del Pirineo y el mastín español. En la cuneta quedaron otras posibilidades, algunas de tanta importancia racial como el mastín que viene apodándose ligero. ¿Por qué este nombre? Muy probablemente por contraposición a los mastines ganaderos, que se suponían poseedores de gigantescas alzadas y pesos. Con humor desdeñoso en los ambientes mastineros se les apoda “menostines”. Desde finales de los años 70 la llamada cinofilia oficial, ésa que tiene por vocación las exposiciones de belleza, empezó a premiar un tipo de mastín muy pesado, huesos de gran radio, con manos y pies cilíndricos del tipo san bernardo, abundante papada, grandes pliegues faciales, laxitud de piel, cabezona
voluminosa, frecuente ausencia de espolones y temperamento linfático. Los perros que cumplían tales requisitos eran los verdaderos mastines, el resto no tenía interés. Pocos años antes habían surgido en el panorama mastinero los primeros criadores de la época moderna de la raza, nombres como los de Luis Esquiró Bolaños, que criaba sus perros en un local de la calle Bueso Pineda, en la zona de Arturo Soria; Amadeo Alejandre, afijo “Del Pinotar” en León; los “Del Aviador”, de Manuel Díaz Navarro, que con un criterio muy poco zootécnico trataba de incorporar en sus ejemplares el mayor número posible de sangres, en lo que él denominaba cruces caprichosos; los que en Arganda del Rey criaba piensos Visán; o los “Colmenares” criados en Toledo por los hermanos García Andrade. A pesar de las fuertes discrepancias personales muchas veces existentes entre ellos, estos criadores no tienen diferencias ideológicas notables respecto a como debe ser el mastín español.
Una idea se va generalizando, el patrón racial del 29 de septiembre de 1946 es el culpable del estado de deterioro en que se encuentra la raza, una autentica puntilla y se hace preciso recuperar el viejo perro ganadero, el “mítico mastín español”. Se habla de perros desaparecidos que superaban los 100 kilos de peso y calzaban al cuello carlancas de más de 90 centímetros.
La mixtificación está servida.
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